Thursday, January 04, 2007




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Sacramento prohibido en Cuba, según la lógica indígena
Rafael Alvarez Domenech (Felo-Behiquealto)


A 3.200 metros de altura. Primero las miradas curiosas de los menores fue pasando a los más veteranos, de menor a mayor. Aunque me llama la atención que en estos lares de páramos, selvas, ciénagas y costas olvidadas, los naturales miran con más discreción y respeto que en algunas urbes que se regocijan de civilizadas y grandes.

Hay grandes ciudades en el mundo donde la gente es muy pequeña, te miran con desagradable desfachatez, de cierta manera violan tu espacio, como si casi nunca hubieran visto nada ni a nadie.
Como si tener cable TV, internet y otras libertades para buscar información actualizada no les valiera de mucho. Como si Hollywood sólo sirviera para limpiarles el culo. Jamás metabolizaron la contracultura de los 60´s, a pesar de estar en el siglo XXI.

Me vi cercado. Soy un forastero que llama doblemente la atención; le parezco raro a la gente, a lo que se me suma lo “ in-ubicable” geográficamente a la vista.

En otro lado de este mundo, recuerdo a aquel anciano bebedor de cerveza, yendo en tren de Postdam a Berlín. El viejo germano de mil andanzas dejó claro su desconcierto (en alemán) pues, a pesar de conocer los pueblos de la Tierra, se declaró incapaz de localizar mi posible origen. Tendrían que haber visto su cara de angustia: _ Scheiße!!!(*).


Sí, parezco raro y además in-ubicable. Los gitanos ibéricos me saludan festivos y los expendedores marroquíes me quieren vender su mierda, es decir, el rico hachís. ¡Pero a mí eso me divierte y me da ventajas!

El pequeño cerco se fue apretando y yo en el centro. El primer día de mi estancia en la comunidad de
Cusubamba, provincia de Cotopaxi, Sierra Central del Ecuador, les parecí demasiado serio a los indígenas. Pero al día siguiente decidieron tocarme porque ya estaban relajados conmigo: yo era un tipo que hacía muchos chistes y me encantaba el ron y la cerveza. ¡Cubano! ¡Y eso que no me pillaron devorando hojas de coca!

Gracias a mi modesta experiencia acumulada bregando en comunidades de América Latina, sabía que llega un punto donde dejas de ser un “gringo” para volver a ser cubano (todos los extranjeros son “gringos” aquí, como todos los extranjeros son “yumas” en Cuba y “americanos” en Dominicana). Dejas de ser extranjero aquí si eres cubano, porque te beben ávidos como fuente de inmediatez, embajador o médium del: ¿es verdad lo que se cuenta del sistema cubano? ¿De qué trata el asunto socialista? ¿Es igual al de…? Se empeñan en que les cuente pormenores de lo que está pasando ahorita en la isla y, sobre todo, si Fidel Castro se murió o no y quién es mejor, ¿el hermano? Entonces sientes el peso de portar un mensaje demasiado grande acerca de una dignidad que se ha pagado demasiado cara. Se me hacen cuatro nudos en la garganta.

¿De qué pueblo vienes?, me preguntan los indios a mí, que desde niño soñé tirar flechas en la selva y andar por los Andes, y ahora estaba allí y aún estoy, con ellos, con los auténticos. Soy de Centro Habana (para abreviar porque, si primero digo de Cuba, de todas formas me preguntan de qué parte).

¿En Cuba está prohibida la religión? Segunda pregunta. Me centro donde siempre, a la defensiva e intento informar, descendiendo y ascendiendo a niveles de conciencia y entendimiento, a los mundos, como chamán en su viaje. Nunca estuvo prohibida la religión en mi país, aunque no se correspondía para nada con un ateísmo militante que tenía una sola creencia, la ciencia. Se daba por sentado en una época que el hombre nuevo no se podía dar el lujo de creer en lo sobrenatural, se veía como blandenguería ideológica y entonces se te podían doblar las patas en el campo de batalla real, como cuando Bahía de Cochinos, y te podía costar la vida a ti y a tus compañeros, etc., etc. Ahora es diferente.


Claro que utilicé un lenguaje simple en todo momento, teniendo en cuenta sus niveles de instrucción y su dificultad para entender mi cubañol.

De los excesos de la época tocantes al tema religioso, preferí no hablar. No sólo por eludir sentirme profesor explicando logaritmos a estudiantes de primaria, sino además porque descubrí que la mayoría de los “no cubanos” que te asedian con preguntas sobre Cuba --y, cuando te das cuenta, has pasado horas-- lo hacen bajo la expectativa de querer escuchar sólo lo que desean escuchar, no más. Si te sales con inquietantes nuevas del paraíso, bostezan en tu cara como símbolo de sospecha o sabotaje comunicativo. Y es que algunos no nos perdonan que sepamos más de Cuba que ellos; para esos algunos, que son demasiados, es como perder la
erección durante el coito o tener sexo sin orgasmo. Como si fuéramos Prometeos y esperaran les trajéramos la viagra político-revolucionaria. Se sienten incómodos ante un “cubanito” que tiene el power de regular sus éxtasis políticos. ¡De pinga el caso pero comprobado el hecho!

Abrigado de risas, preguntas, bromas y la Sierra, caí en cuenta de hacia dónde me querían llevar aquellos indígenas en su sana celada. La tercera pregunta fue la clave: ¿en Cuba está prohibido el sacramento del matrimonio? No, hermanos, les dije, el asunto es que el porcentaje de parejas casadas por las iglesias mermó demasiado producto de la nueva mentalidad de las primeras décadas en revolución. Pero para que vean, desde una época a la fecha, han ido un poco en aumento las nupcias ante los sacerdocios cristianos. Por
supuesto que podemos casarnos en los templos (entre paréntesis pensé: si supieran el relajo que hay con los divorcios, los condones, con los abortos y que los matrimonios gay tal vez estén por venirse; pero bueno, la luna, la luna…).

Y de repente, la bomba: entonces, si el sacramento matrimonial no está prohibido en Cuba, ¿por qué últimamente tantos cubanos y cubanas vienen a casarse con nuestra gente a nuestro país, Ecuador?

*Scheiße (mierda en alemán).





Ojalá
de Rafael Alvarez Domenech (Felo-Behiquealto)


Provincia de Azuay, cordillera de Los Andes, Ecuador. Afueras del poblado de Tarqui. Esta es una historia real. Llegué extenuado luego de horas viajando por aire y después por carretera. Pero ni corto ni perezoso comencé la faena que me impulsó hasta allí: entrevistar a Guartambel y a otras personas involucradas en la resistencia en defensa de las aguas, y el territorio, contra la transnacional canadiense Iamgold, a la cual el compañero Rafael Correa había abierto las piernas por pactos “extractivistas” no compatibles con la defensa de los Derechos de la Pacha Mama y de los pueblos autóctonos.

Finalizada la compilación audiovisual, Guartambel cortésmente me condujo a su modesta casita, donde nos aguardaban para un sencillo convite de cena.

Un pequeño grupo familiar de Guartambel, más una gringuita que andaba por allí y yo, nos sentamos a la mesa, con dicha tranquila .Ya me sentía presto no sólo para devorar aquel suculento pollo de campo, sino además para rendir informe después de dar mi nombre: y es que luego te preguntan el país y detrás de Cuba le sigue el huracán de preguntas. Creen que lo digo todo.

Ahí va: la salud de Fidel Castro y su supuesto pacto con divinidades extra cristianas. ¿Qué cambios ha traído el otro Castro? Ah, y mi pregunta predilecta: ¿cómo saliste de Cuba, te escapaste por debajo de la cortina de azúcar? ¿Los dejan salir? ¿Tus padres dónde están? Hijos, hermanos, países visitados. ¿Qué tiempo hace que estás aquí? ¿Te dejan regresar a tu propio país? La pregunta que más odio y que me deja en intriga y suspenso: ¿has regresado? ¿Y los Comités de Defensa de la Revolución, CDR? Correa los está experimentando aquí en Ecuador. Pero lo que más los motivó fue que les platicara sobre la existencia del PPG. No, no es un Partido Político de oposición ilegalizable, ni mucho menos el batallón Gay de Mariela Castro, la hija de Raúl, el sucesor de quienes ustedes saben: es un medicamento Hecho en Cuba; la panacea. El PPG disparó aún más la euforia coloquial y hasta anotaron el nombre; es que demasiadas personas con problemas de salud sueñan con tratarse en Cuba o con médicos cubanos, es su ideal.

Aunque los hay adversos. Recuerdo a una ginecóloga colombiana que se vengó quejándose ante mí de haber tenido en el hospital donde labora pésimas experiencias con algunos galenos y galenas de la isla. Qué mala suerte para esa instalación médica: ¡jamás han parido un corazón! ¡Qué dolor! Pero vean pues, ¡también cagamos!

Volviendo a la mesa. Todo se acelera. El masticado se me hacía interminable. Es que me sentía precisado a responder para mantener las luces en aquellos ojos que se encendían más y más ante cada respuesta o chiste sobre Cuba. Prolongar ese instante es mi forma mágica de recuperar el fuego, robarme una energía que me pertenece, re-conocerme asomándome en sus ojos.

Entonces traté de apresurar el bocado tragándolo prematuramente, pero al contrario de ponerme a tenor con el ritmo vertiginoso del cuestionario, se me agotaron las respuestas de golpe y quedé paralizado. Vaya ángel de mierda el que pasó; entré en shock. Entre el corazón y el verbo sentí el golpe ácido de una muerte ridícula. Si no fuera tan ridícula, a mí ¡pssss!

¡Qué casualidad! Horas antes le contaba a una colega la anécdota de un niño que casi se ahoga con un caramelo, un simple caramelo, ante los ojos atónitos de su padre y los demás, a bordo de un avión desde Europa y aterrizando en una isla del Caribe; ¡venir de tan lejos! Y, hablando del tema, ¡heme aquí ahogándome yo, con ese hijoemadre pellejo de pollón! Todo por la premura de responder puntual a esta buena gente sobre los asuntos de mi tierra.

¡No puedo respirar! La ventaja de estar aún fresco dentro del susto me mantuvo sereno sólo los primeros momentos. Ante la persistencia del infortunio la gente comenzó a inquietarse. Imagino que hasta habrán pensado: ¿y si se nos muere este cubanito aquí, en casita nomas? ¡Mucha extravagancia para una humilde familia indígena! Y el lado paranoico: capaz que el gobierno de Correa aproveche y diga que lo hicimos comer tierra y entonces nos deporten a Cuba y entonces nos hasta nos fusilen allá pues, total, ¡si dizque somos terroristas!

No puedo respirar, ¡coño! El tiempo corre contra mí y mis globos oculares ya quieren irse. Los lagrimones corren el telón para esa película XXX famosa donde pasan toda la vida de uno pre-morten: 20 barbaridades por segundos, 100, 1000, 500 000... ¡tanto Amor y no poder nada contra la muerte! ¡El problema no es que me lleve la chingada, sino que lo haga de esa forma tan intrascendente! ¡Ojalá que la hojas sí me toquen el cuerpo cuando caiga! Y todo por la prisa de responder. Se me estaba acabando la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Me estaba borrando de pronto. ¡Ojalá por lo menos que la muerte no me llevara así!

¡Cojones! ¡No-puedo-respirar! ¡Ni hablar en el silencio, ni toser! ¿Cuánto más podría resistir? Durante tanta angustia no recuerdo haber sentido el respaldarazo de palmadas que caigan en mi espalda ni un “quédate hermano”. Guartambel me miraba inmóvil, con atención serena y frente a mí. Tal vez su intuición indígena acechaba el centímetro cúbico de suerte para jalar a “El muerte” por los huevos o a “La muerte” por las tetas, daba igual. ¡Se me estaba ya agotando el tiempo y a punto del colapso! ¡Qué vergüenza morir así! Entonces fue que Guartambel, con calma Zen, se puso de pie y me alcanzó un vaso. Lo agarre con temblor de moribundo principiante y bebí un sorbo. Era Coca Cola, el super brebaje del imperialismo yanki (ojo: recuerden que la Coca Cola en sus inicios era medicina). Pero el super pellejo que estaba estrangulando a mi glotis por dentro no la dejó pasar ni por el putas; más bien la reacción fue una gaseada espumareda que colmó la copa hasta mis nasales. ¡Virgen de la Caridad del Cobre! Ahoringa, ¡ahora sí me jodi! ¡Ya' tá, chau, pa' la pinga!

¿Ahora? Una luz cegadora. ¡Y el atravesao triple hijoeputa pellejo salió mal parido como un disparo de retorno al plato! Listo. ¿Preguntas?

(escrito en Bogotá, Colombia, una noche del 2011 sin internet)